Por @Alvy — 19 de abril de 2012

Tengo una pistola

En casa, la ausencia de luz solar hace que me olvide de que existe un exterior más amplio que este piso. Me estoy quedando sin espacio en el disco duro del Ordeñador. Voy a tener que pedir varios discos duros externos más. Lo llamo Ordeñador para hacerme amena la existencia. Tengo que fabricarme mis propios chistes.

Enrique Rubio tuvo la amabilidad de enviarnos su novela Tengo una pistola (Inédito, Planeta, 2009) que para muchos será como encontrarse consigo mismos en un lugar imaginario, un mundo virtual lleno de peligros, aventuras y hasta zombies. El comienzo es absolutamente trepidante, como una mezcla entre American Psycho, algo de Coupland y toques a lo Greg Egan; lega a dar incluso un poco de vértigo, suficiente para enganchar a los amantes del género.

Con unos protagonistas que quizá han crecido demasiado rápido, no se sabe en ningún momento qué pasa por su mente, por dónde va a transcurrir la acción o qué enrevesada solución para los problemas encontrarán. Los adictos a las redes y lo digital se sentirán como en casa leyéndolo, y los que estén fuera del grupo de los nativos digitales pueden –quizá– usarlo como guía para adentrarse en ese extraño pero apasionante mundo alternativo que nos rodea.

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