Por Nacho Palou — 13 de noviembre de 2009

muestra del codice de madrid¡Ajá!, tal y como me imaginaba no hay más que hacer un par de búsquedas rápidas en Internet para comprobar que no es cierto que en el calendario maya –y que se sepa en ningún otro– el 21 de diciembre de 2012 está marcado en fosforito como “el día del fin del mundo”.

Aún así, a raíz del estreno de la película 2012 (hoy, en España), en los últimos días he oído esa afirmación en boca de más de uno y –lo que es peor– expresada con el mismo convencimiento con el que te diría que el cielo es azul. Hey, ¡sólo es una película del tipo que hizo Independence Day!

Básicamente, aunque de todo esto tampoco se sabe mucho y hay más especulación y teorías aceptadas que hechos, los mayas usaban dos calendarios: uno de andar por casa, con ciclos de 52 años –que no se sabe con certeza de dónde procede, podría tener que ver con la esperanza de vida típica o con algún evento astronómico; y otro denominado calendario de cuenta larga, que no se repetía y se utilizaba para designar fechas importantes en períodos superiores a 52 años (de forma similar a nuestros siglos o milenios) y “profetizar el futuro distante”, que podía ser una suma de verdaderos cálculos matemáticos y astronómicos evidentemente influenciados por la religión y una interpretación más bien errónea de lo desconocido.

Aunque se sabe muy poco de lo que indica el calendario en cuestión sí está claro que no pone nada sobre el fin del mundo, al menos no de forma literal, abierta o que de algún modo razonable podamos entender así. ¿Dónde están la ciencia y la evidencia? Simplemente no están. Es cierto que en el calendario de cuenta larga hay una fecha que marca el fin de un ciclo y el inicio de otro, pero probablemente se refiere sólo al propio calendario.

Cuando observas que todo a tu alrededor es cíclico (desde los días a las estaciones, lo años o los recorridos de la Luna o Venus y hasta la vida), y que todo lo que comienza tiene un final, es hasta lógico pensar que esto también es aplicable al mundo o a los tiempos. Al parecer los maya creían que el mundo se había reiniciado unas cuentas veces, e incluso a escala cosmológica es aceptable considerar que habrá un fin del mundo. Pero de ahí a profetizar cuándo será -del mismo modo que tu calendario predice una gran fiesta en nochevieja– hay un trecho.

Y en un un pueblo tremendamente religioso o supersticioso si la clase religiosa vivía –entre otras cosas– de predecir el futuro a largo plazo no es difícil imaginar la poca credibilidad que tendría un sacerdote de aquellos que no supiese ver el futuro. Y éste en algún momento, aburrido del asunto, diría “hasta aquí”. Y cuanto más lejos mejor para él.

Según Susan Milbrath, del Museo de Historial Natural de Florida,

Does Maya calendar predict 2012 apocalypse? – Los astrónomos [y cualquiera con dos dedos de frente] están de acuerdo en que era imposible para los Maya haber sabido esto. Es más, ni siquiera tenemos conocimiento de que creyesen que el mundo pudiese llegar a su fin en ese punto.

El “fin del mundo” (sea lo que signifique) tiene tantas probabilidades de ocurrir hoy como el 21 de diciembre de 2012 –aunque de ser justo en esa fecha me haría quedar muy mal.

La creencia basada en la fecha final del calendario de cuenta larga es muy antigua, y tiene su origen en una conjunción de interpretaciones erróneas o interesadas de seguidores del movimiento New Age. Además está aderezada con ingredientes del especiero de la pseudociencia tales como la astrología, la mitología alternativa y las profecías sobre supuestos seres extraterrestres. “Una ocasión aprovechada por muchos para hacer dinero”.

También sucede que no hay una forma concreta y exacta de correlacionar el calendario de cuenta larga de los Maya con nuestro calendario actual, ni por tanto con cualquier otro de las decenas que hay; hay dos o tres modelos o cálculos más o menos aceptados, pero ninguno se considera infalible. Aunque la relación más aceptada “está apoyada por la evidencia astronómica, etnográfica, fechamientos por radiocarbono y por materiales históricos” no es irrefutable, e incluso hay otras que varían ligeramente y que también son más o menos aceptadas.

En cualquier caso, es una buena excusa para leer –o releer– el relato La Trompeta del Juicio Final, de Isaac Asímov.

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