Por @Wicho — 8 de diciembre de 2009

Plano Plan Cerdá

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Este año se cumplen 150 años desde la aprobación mediante una real orden del gobierno español del Plan Cerdá, diseñado para regular la expansión de la ciudad de Barcelona más allá del área que ocupaba dentro de sus murallas, derribadas en 1854, y puesto en marcha definitivamente el 4 de septiembre de 1860 cuando la reina Isabel II colocó la primera piedra del barrio que recibiría el nombre del Ensanche en lo que hoy en día es la plaza de Cataluña.

Aunque en su momento fue recibido con un fuerte rechazo, entre otras cosas por haber sido impuesto por el gobierno central frente al plan de Antoni Rovira i Trias que había ganado un concurso a tal efecto convocado por el ayuntamiento de la ciudad, con el paso del tiempo el Plan Cerdá fue ganando reconocimientos, en especial porque en él se daba prioridad a las personas frente a las calles, edificios o jardines, y aunque con el tiempo también se ha ido desvirtuando debido a presiones de distinto tipo, entre ellas las de los propietarios de los terrenos y la especulación, la ciudad quiere celebrar este 150 aniversario de su aprobación con distintos actos.

Uno de los proyectos incluidos dentro de lo que se conoce como el Año Cerdá es la creación de una cápsula del tiempo que será cerrada en junio de 2010 y abierta en 2159, coincidiendo con el 300º aniversario de la aprobación del plan.

En ella está previsto introducir tanto materiales e información originales de 1859 como imágenes y mensajes actuales, imágenes que se están recogiendo mediante un «videomatón» que itinera por distintos puntos de la ciudad y mensajes que se pueden dejar en la web creada al efecto.

Video cápsula

Crear esta cápsula del tiempo no es algo trivial, ya que hay que decidir de qué material se fabrica, donde se guarda, si es necesario enterrarla o no, y quién será responsable de su custodia, ya que por muy resistente que se haga de poco servirá si alguien se empeña en vandalizarla o en robarla.

Pero sin duda va a ser mucho más complicado decidir en qué formato y soporte se van a guardar estos mensajes y vídeos que se quieren recoger, pues si bien la documentación en papel de hace siglo y medio seguirá siendo accesible cuando se abra la cápsula en 2159 a poco que se almacene cuidadosamente, nadie puede estar seguro de que para entonces existan dispositivos capaces de leer los soportes digitales que eventualmente se puedan escoger -suponiendo que estos no se estropeen de aquí a entonces- y los formatos en los que vaya esta información.

Y es que a poco que nos remontemos a los aproximadamente 50 años de historia de la informática moderna es fácil encontrar una miríada de soportes y formatos obsoletos que han ido condenando al olvido, sin necesidad tan siquiera de irnos a las tarjetas perforadas.

Con la popularización de las unidades de CD y DVD, y especialmente con la de las memorias USB los diskettes llevan ya años en franco retroceso, y aunque todavía es posible adquirir ordenadores con lectores de diskettes de 3 1/2 pulgadas, a estas alturas ya resultaría extremadamente complicado hacer lo propio con una unidad para diskettes de 5 1/4, por no hablar de cuando los ordenadores domésticos más populares almacenaban sus programas y datos en cintas de casette.

El problema tampoco se reduce a encontrar dispositivos capaces de leer esos discos, cintas o tarjetas, sino a la propia durabilidad de los soportes en cuestión, pues ya nos hemos topado con que soportes que según los fabricantes tenían que durar decenas de años, cuando no un siglo, han fallado mucho antes, como por ejemplo los CD, que poco tiempo después de salir al mercado empezaron a mostrar, al menos en algunos casos, una especie de putrefacción de la capa en la que se almacenan los datos que los hace ilegibles.

El almacenarlos en discos duros o memorias flash tampoco es garantía de que vayan a estar disponibles al cabo de estos 150 años ya que en el caso de los discos duros es más que probable que al cabo de todo ese tiempo los mecanismos de estos no funcionaran y, en cualquiera de los casos, la información en cualquiera de estos dos soportes podría haberse borrado ya que las cargas magnéticas y eléctricas que la almacenan respectivamente en ellos respectivamente podría haberse disipado antes.

Quizás algún tipo de ROM en el que la información está codificada físicamente un un chip podría ser la alternativa ya que a menos que este se destruya la información seguirá estando ahí.

En cualquier caso, conseguir que el soporte sobreviva físicamente y con él la información que almacena es solo la mitad de la ecuación, pues como decíamos antes, está también el tema del formato en el que se almacena esta y el hecho que tendrá que haber programas capaces de leerla dentro de siglo y medio, algo que puede no ser trivial, en especial si tenemos en cuenta que a veces versiones sucesivas del mismo programa publicadas por el mismo fabricante a lo largo de unos pocos años no son capaces de leer los archivos de las versiones más antiguas.

De todos modos, en este caso es más probable que la solución sea más sencilla y que pase por almacenar la información en formatos abiertos que no dependan de ningún fabricante como son el texto plano y el mpeg.

Cinta 8 pistas

Este problema, por cierto, no se circunscribe al ámbito digital y de los ordenadores, sino que llevamos años viviéndolo con las películas en Súper 8, su paso a VHS, Beta o, incluso a Vídeo 2000, de ahí a DVD, y del DVD quizás a discos multimedia, y de ahí quien sabe a donde, o con los discos de vinilo y los casetes y su paso a digital en CD y más tarde a mp3, o las fotos, que con la popularización de las cámaras digitales ya casi nunca se imprimen.

Lo peor es que todo esto es un proceso que no tiene pinta de tener fin, ya que la evolución de la tecnología y las ofertas de los fabricantes están siempre tentándonos, si no con el siguiente gran formato, con el siguiente gran soporte, «definitivo» hasta que invente uno nuevo.

Por todo esto la tarea del grupo de expertos que el ayuntamiento de Barcelona ha reunido para diseñar la cápsula y decidir los formatos a utilizar, cuyas deliberaciones se pueden seguir en el blog del proyecto, no es nada sencilla, aunque ni ellos ni nosotros, ni probablemente nuestro legado digital vayamos a estar aquí cuando esa cápsula se abra para comprobarlo.

Spike field

Pero para trabajo difícil y a muy largo plazo es el de los encargados de buscar la forma de señalizar la ubicación de un cementerio de residuos nucleares, que será peligroso durante muchos miles de años, intentando que cualquier señal que dejemos atrás pueda ser interpretada por una civilización futura que poco o nada comparta con la nuestra.

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