Por Nacho Palou — 9 de mayo de 2006

The Four-Day Week Challenge argumenta los beneficios de las semanas de cuatro días como posible solución al exceso de trabajo y al continuo problema de la procrastinación. El planteamiento es bastante simple:

Si sé que tengo una semana completa para completar un trabajo tardaré ese tiempo en hacerlo. Si supiera que sólo tengo cuatro días para completar lo que normalmente supondría una semana de trabajo esto debería motivarme a ser más productivo.
La posibilidad siquiera de probarlo depende mucho del caso particular de cada uno y del tipo de tareas o trabajo que realiza; a priori es más viable aunque menos radical que la semana de nueve días. El problema en cualquier caso es que la tareas aplazadas lo son porque no tienen una fecha de entrega inmediata o porque en el fondo realmente no necesitan hacerse en ese momento –cuando es por falta de tiempo simplemente están en cola. Lo explicaba muy claramente Enrique a propósito de la procrestinación hace no mucho.

Lo que sí está claro es que trabajar tanto es perjudicial incluso para el propio trabajo:

El motivo es que cuando trabajas menos tienes más tiempo para experimentar la vida y pensar. Ese tiempo extra no sólo se dedica a la familia y amigos o a aficiones o causas en las que uno cree, sino que también proporciona ideas.

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