Por @Alvy — 22 de octubre de 2012

Musicmusicexp

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

Un programador llamado Jeff Atwood decicó algo de tiempo y varias entras de su blog, el siempre recomendable Coding Horror, a un sano entretenimiento al que llamó El Gran Experimento del bitrate en los MP3. Su objetivo: comprobar de forma empírica si para la gente normal y corriente hay realmente diferencias cualitativas a la hora de escuchar la música en diversos formatos MP3 frente a los tradicionales.

Los contendientes eran los formatos tradicionales denominados «sin pérdida de calidad», básicamente CD (Disco Compacto) y FLAC frente a formatos de compresión con pérdida de calidad: MP3 con diferentes bitrates. La tasa de bits, más conocida por su nombre en inglés, es una característica clave porque básicamente determina cuánta información se transmite por unidad de tiempo: en este caso son las ondas que definen la música y se convierten en voces humanas y notas de los instrumentos. En el mundillo de los MP3 suelen usarse codificaciones de 64, 128, 192 o 320 Kbps (kilobits por segundo).

Como todo en la vida, la codificación de la música es un compromiso entre calidad y cantidad: una canción almacenada en el mejor de los formatos posibles –para casi todos los expertos, ese es el CD– puede ocupar unos 50 MB (megabytes), tal vez 40 o 35 solamente utilizando alguno de los compresores sin pérdida que ahorran algo de espacio sin pérdida de calidad (FLAC, Apple Lossless, etcétera). Esa misma canción en MP3 puede variar entre 4, 8 y 12 MB según el bitrate (64, 128 y 192 Kbps). Para complicar aun más la cosa, también se puede elegir entre un bitrate constante (CBR) o variable (VBR) que suele resultar óptimo al comprimir con diversos bitrates diferentes momentos de las canciones.

Para muchos usuarios, poder almacenar entre 5 y 10 veces más música en el mismo espacio es un ahorro importante, fácil de traducir si se tiene en cuenta el precio de los discos duros, memorias Flash o almacenamiento en los iPod, tabletas y similares. Pero desde siempre ha habido dos escuelas enfrentadas: la de los audiófilos que consideran que nada puede igual la calidad máxima del CD y la de los que, con un sentido más práctico, consideran ridículas las diferencias entre un MP3 y CD, si es que acaso las hay.

El estudio experimental de Atwood buscaba precisamente arrojar un poco de luz sobre esas teorías partiendo de lo básico: escuchar música, cuantificar su «calidad» y decidir cuál es el mejor formato en función de las diversas variables. Para ello preparó cinco ficheros de audio distintos: uno de ellos sin comprimir y otros cuatro comprimidos a diversos bitrates entre 128 y 320 Kbps. Los puso en su servidor para que la gente los escuchara y votara (con una «nota» de calidad del 1 al 5) sin saber cuál era cual. Y en total consiguió que más de 3.500 personas contribuyeran a los resultados – cientos más que para muchos de los «estudios de calidad» que se mencionan en los anuncios de la tele.

Los resultados los analizó con una hoja de cálculo y diversas herramientas estadísticas, que mostraban las tendencias y conclusiones de forma bastante clara:

  • La única muestra que realmente se podía considerar muy diferente del resto era el MP3 a 128 Kbps CBR, el de peor calidad. Esa calidad no es suficiente para compararse con el resto. Lo mejor, sencillamente, ignorarla.
  • El MP3 a 160 Kbps VBR es la muestra de mayor calidad, mejor incluso que el MP3 a 320 Kbps CBR. Esto indica que la codificación con una tasa de bits variable es superior a la fija incluso a esos valores, y que 160 Kbps VBR para arriba es imposible de mejorar cualitativamente.
  • Irónicamente, esto indicaría que hay MP3s que se oyen «mejor» que los CD de audio. Aquí pueden suceder varias cosas: que los «artefactos» creados por la compresión parezcan mejorar el audio o que al hacer las pruebas la gente «se imagine cosas», lo cual también podría suceder. Lo cierto es que el dato sirve para alimentar la teoría de que a partir de 160 Kbps la gente ya no distinguir una calidad de otra, tal y como se deduce de los datos.
  • La conclusión del estudio confirma la hipótesis de que un MP3 a 192 Kbps VBR tiene tanta calidad que ni el ultrasensible y poderoso oído de un perro notaría la diferencia con un CD de audio. ¡Guau!

Como conclusión, ya sabemos pues a qué tasa codificar y comprimir si queremos un buen ahorro en almacenamiento sin perder calidad: a MP3 de 192 Kbps VBR, el formato ganador de la prueba.


{Foto: Feel The Music! (CC) Robert D. Brooks @ Flickr}

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