Por @Wicho — 20 de septiembre de 2022

Un disco curo abierto en el que se ve como el cabezal de lectura ha caído sobre uno de los platos y lo ha dejado marcado
Un disco duro que tuvo mejores días – CC BY-SA 2.0 ES por Barney Livingston

Periódicamente recuerdo a quien me lee la importancia de hacer copias de seguridad y aquello de que sólo hay dos tipos de personas que usan ordenadores, móviles, tablets o similares: aquellas que ya han perdido datos y aquellas que van a perder datos. Siempre recomiendo copias locales en distintos soportes. Pero inevitablemente alguien me contesta que lo tiene en la nube. Y eso dispara todas mis alarmas porque muchas veces en realidad eso no es una copia de seguridad. Y porque sin comerlo ni beberlo te puedes quedar sin acceso a ella.

Del artículo titulado «Google me cerró la cuenta por ‘contenido sexual’. Pero siguen sin aclararme cuál y he perdido todo» de El País:

«Lo tengo todo ahí de los últimos 14 años, y desde hace cinco, solo lo tengo ahí». La pérdida de la cuenta de Google no solo implica la desaparición de fotos y vídeos. Barberá ha perdido también sus clases, un blog que llevaba y su cuenta de YouTube. También los servicios que había contratado con su correo, desde Amazon a Netflix, pasando por una aplicación musical alemana.
Su cliente está desesperado porque ha perdido datos de su vida privada pero también laboral: «Su máster del IESE, los impuestos, las fotos de los nacimientos de hijos y bases de datos del trabajo».

Lo mismo que a Barberá le sucedió a Óscar Aranda Sánchez cuando Google cerró su cuenta. Y no fue bonito.

Estos tres casos pueden ser una anomalía estadística dentro de los miles de millones de personas que usan esos servicios. Pero para las personas afectadas no es una anomalía estadística. Son sus datos, a menudo irrecuperables. Y es que, y es algo que pasa muy a menudo, la copia que tenían en la nube era la única copia que tenían. Que entonces deja de ser una copia de seguridad.

Que sí, están muy protegidos contra casi cualquier fallo y cataclismo imaginable y puedo entender que estas personas creyeran que así se aseguraban la salud de sus datos sin tener que preocuparse… pero no estaban protegidos contra la arbitrariedad (o no) de las condiciones uso que nunca nos leemos y de las personas que las han de interpretar. Suponiendo que lo haga una persona y no un algoritmo, en cuyo caso es todo mucho peor, si ello es posible.

Así que déjame que insista una vez más con la regla del 3-2-1: al menos tres copias de tus datos en al menos dos soportes distintos y al menos una de las copias en un lugar remoto. Y no te olvides de mantenerlas actualizadas. Y de comprobar que las copias sirven para recuperar datos si fuera necesario. Que a veces esas cosas también fallan.

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