Tras las optimistas predicciones de mediados del siglo XX acerca de los avances en cerebros electrónicos e inteligencia artificial, lo cierto es que no hay nada que realmente nos pueda hacer pensar que hoy en día estamos más cerca de conseguir crear una inteligencia artificial que entonces ni que HAL 9000 y similares vayan a dejar de ser ciencia ficción a corto plazo.
Es verdad que se han creado sistemas expertos que reúnen los conocimientos de especialistas en algún campo y que mediante preguntas y más preguntas pueden ayudar con el diagnóstico de ciertos problemas. Es también cierto que hay ordenadores capaces de ganar a los más grandes campeones de ajedrez, por citar un par de ejemplos de avances en este campo. Pero ¿se atrevería alguien a decir que muestran un comportamiento inteligente?
Alan Turing, uno de los padres de la informática, propuso ya en 1950 el test que lleva su nombre, que viene a decir que si una máquina se comporta en todos los aspectos como si fuera inteligente entonces debe serlo. Para comprobarlo, un juez se pondría a conversar mediante preguntas y respuestas escritas con otro ser humano y con la máquina supuestamente inteligente sin tenerlos a la vista y, en caso de que el juez no supiera distinguirlos, se consideraría que la máquina habría pasado el test.
Pero a día de hoy ninguna máquina ha conseguido pasarlo ni hacerse con el premio Loebner, que desde 1990 ofrece 100.000 dólares al primer programa que sea capaz de hacerlo.
Y es que quizás el problema es que, como decía el oráculo de Delfos, tendríamos que empezar por conocernos a nosotros mismos y saber definir qué es la inteligencia y como funciona -y no nos metamos en el asunto de la conciencia y de las emociones- antes de plantearnos poder crear una.
Así que, aun con lo complicado que es hacer predicciones tecnológicas, estoy dispuesto a apostar algo a que en el entorno del 2045 los seres humanos no nos habremos quedados obsoletos al superar la inteligencia artificial a la humana como predice desde hace tiempo Raymond Kurzweil.
{ Publicado originalmente en La Voz de Galicia, donde colaboramos habitualmente }