Por @Wicho — 14 de octubre de 2009

Ilustración por Edgardo CarosíaLa inmerecida fama de los «hackers»,
La Voz de Galicia 11 de octubre de 2009.

A pesar de que el término se asocia con la piratería informática, el grupo nació en el MIT a principios de los sesenta intentando optimizar un primitivo ordenador

Lo habitual es llamar hackers a los piratas informáticos, pero es un uso incorrecto de ese término. En realidad, un hacker es una persona que disfruta aprendiendo todo lo posible de un sistema para sacarle el máximo partido posible. Según el Diccionario del Hacker , de Eric S. Raymond, un hacker es la «persona que disfruta con la exploración de los detalles de los sistemas programables y cómo aprovechar sus posibilidades, al contrario que la mayoría de los usuarios, que prefieren aprender solo lo imprescindible».

Así, es más que probable que un hacker sea capaz de explotar cualquier agujero de seguridad para colarse en un ordenador o en una red, pero, según reza la ética del hacker , nunca causará daños en este ni lo hará para beneficio propio.

El término adecuado para los piratas informáticos es el de cracker , que es quien busca la forma de poder introducirse en ordenadores o redes ajenas con el objeto de llevarse información, modificarla o manipularla en beneficio propio.

Pero a principios de los noventa se llevaron a cabo varias detenciones de crackers, que se presentaron a sí mismos como hackers a las autoridades y los medios de comunicación. Los primeros usuarios de ordenadores en adoptar el nombre de hackers fueron unos estudiantes del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Eran miembros de el Subcomité de Señales y Energía del Tech Model Railroad Club (Club de Modelos de Trenes), una de las fraternidades del Instituto. En la fraternidad convivían dos grupos. Unos se encargaban de construir los modelos de los trenes, edificios y paisajes que formaban la parte visible de la instalación. Otros, el subcomité, tenían a su cargo el diseño, mantenimiento y mejora de El Sistema, que era el nombre que le daban a lo que quedaba bajo los tableros y hacía funcionar los trenes y que permitía controlarlos, en cuya mejora estaban trabajando continuamente los «ingenieros» del club.

El Sistema
Los miembros del Subcomité de Señales y Energía no se limitaban además a trabajar en El Sistema, sino que no era extraño encontrarlos a altas horas de la madrugada recorriendo edificios y túneles de servicio intentando averiguar cómo funcionaba el complejo sistema telefónico del MIT, sistema que llegaron a conocer mejor que quienes lo habían instalado, o abriendo puertas tras las que oían algún sonido intrigante para ver qué era lo que lo producía, y si no había nadie que lo impidiera, ponerse a tocar la máquina en cuestión intentando ver qué hacía y cómo funcionaba, así que cuando un día descubrieron el ordenador IBM 704 que había instalado en el edificio 26 pronto se las apañaron para conseguir acceso a él.

Pero no era el tipo de ordenador que les pudiera gustar mucho, pues aún pertenecía a la generación que se programaba mediante tarjetas perforadas que había que entregar a unos técnicos que a su vez las introducían en el ordenador para ser procesadas.

Así que cuando en el curo 1959-1960 se les ofreció acceso a un ordenador denominado TX-0 que disponía de un teclado en el que el propio usuario tecleaba sus programas, que quedaban codificados en una cinta perforada que luego se introducía en el ordenador, fue un amor a primera vista.

Tixo, que era como llamaban a esa máquina, solo tenía el equivalente a 9 KB de memoria, y era fundamental optimizar al máximo los programas, por lo que una de las obsesiones de los que se consideraban hábiles era hacerlos tan pequeños como fuera posible. A estos apaños ingeniosos les llamaban hacks y de ahí lo de que ellos fueran hackers. Pero curiosamente ningún hacker se describiría a sí mismo como tal; es una distinción que se gana por méritos ante los demás y son estos los únicos que pueden otorgarla.

{ Publicado originalmente en La Voz de Galicia, donde colaboramos habitualmente }

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