Por @Alvy — 18 de Septiembre de 2020

Bill & Ted Face The Music (2020) es la tercera película de la –digamos– saga de culto que comenzó con Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (1989), que fue uno de los primeros papeles en largometrajes de Keanu Reeves, justo después de Las amistades peligrosas. Digo «de culto» porque aquella película apenas circuló por los cines o pasó directamente al vídeo en según qué regiones (muy típico de la época) y otro tanto le sucedió a la segunda parte, El viaje alucinante de Bill y Ted (1991).

Todas las películas de esta saga son malas, pero malas en una categoría estelar entre las mejores películas malísimas. Advertido esto, tratan sobre viajes en el tiempo, que es por lo que saltaron a mi radar hace tiempo; ni las había visto en su día. Esta última entrega, producida por Orion Pictures (¡clásico!) es una especie de salto hipertemporal 31 años después de que se estrenara la primera. Por aquel entonces Bill y Ted (Alex Winder y Keanu Reeves) hacían de quinceañeros atolaos hablando en su peculiar jerga de «¡mola! ¡estupendérrimo! ¡mazo guay!» y similares – o al menos supongo que esa sería la traducción aproximada porque creo que algunas ni se doblaron al castellano.

El guión es básicamente el de La Odisea, una «búsqueda de objetivos» de las de toda la vida: tras recibir un inquietante mensaje del futuro sobre el Fin del Mundo, los dos protagonistas (y sus respectivas hijas, adolescentes como ellos hace 30 años) deben buscar cómo crear la «canción perfecta» que unirá a la Humanidad y evitará el desastre. Teniendo en cuenta que el fracasado duo, los Wyld Stallyns, jamás ha hecho nada de éxito, las estupendas intenciones se tornan en un despropósito tras otro. Pero… Si se puede viajar por el tiempo, ¿por qué no reunir a músicos famosos de la historia e incluso robarse a sí mismos el tema ya compuesto? Obviamente esto empieza a producir una paradoja tras otra y bastantes situaciones risibles.

Bonus: los escenarios del futuro utilizan la arquitectura de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, como ya viéramos en Westworld y Tomorrowland.

Si en las primeras películas Bil y Ted reunían a Napoleón, Abraham Lincoln, Juana de Arco o Gengis Khan para completar el trabajo de fin de curso, aquí les toca a Mozart, Louis Armstrong o Jimi Hendrix: un más que extraordinario grupo musical. Al igual que en Dr. Who, aquí la máquina del tiempo es una cabina de teléfonos, y hay humor absurdo y sarcástico con la Historia, los tópicos de Hollywood y el cielo y el infierno (incluyendo la Muerte en persona). Aparte de que los protagonistas tienen pinta de habérselo pasado pipa recordando viejos tiempos, quedémonos con el mensaje más importante:

Sed buenos los unos con los otros.
¡Y que comience la fiesta, amigos!

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