Si hubiera que hacer un Top 10 de inventos de la humanidad, la imprenta estaría sin duda en un alto lugar de la lista, junto con la rueda, la electricidad y algunos más. En estos 60 minutos de documental Stephen Fry y una serie de expertos narran la historia de su invención, al tiempo que también fabrican una imprenta a imitación de la de Gutenberg, con materiales, técnicas y herramientas de la época. Forma parte del interesantísimo canal Absolute History al que llegué a través del algoritmo.
Hay quien considera a Gutenberg un auténtico geek, una especie de hacker de la tecnología primitiva del siglo XV cuyo objetivo en la vida era idear un invento mecánico a partir de ciertos componentes e ideas previas (la prensa de vino, el papel, los tipos móviles) para el que había detectado una gran demanda. El caso es que la tarea no era fácil: necesitó unos dos años para tener listo su invento, con el que imprimió tan sólo 180 ejemplares de lo que hoy llamamos La Biblia de Gutenberg, de unas 1.200 páginas cada una. El coste final fue tan prohibitivo –había que inventar la tecnología y luego dedicar el tiempo y materiales para imprimir– que sólo pudieron permitírselas los más pudientes, normalmente la propia Iglesia y las grandes bibliotecas.
El documental explica con fascinación cómo eran todos los componentes y el proceso por el cual se llegó a ellos, incluyendo los tipos móviles metálicos a partir de plomo y antimonio fundido y la fabricación del papel (aunque a veces usaban vitela o pergamino de piel de becerro, mucho más costosa). Respecto a la parte mecánica de la imprenta el principal problema es que tras casi seis siglos no se conserva la imprenta original y tampoco existen dibujos. Lo más parecido y cercano es un grabado llamado La gran danza macabra de Mathias Huss de 1499, donde se ve un taller de impresión y un grabado de Durero de 1511, hecho de memoria.
Armados con todos estos conocimientos los artesanos del documental fabrican una imprenta lo más parecida a lo que podría haber sido la original, capaz de imprimir las páginas al mismo tamaño (la Biblia de Gutenberg es enorme, con páginas de unos 42 x 30 cm). Lo de los tipos móviles es especialmente delicado: hacían falta 290 caracteres «maestros» (todas las letras pero en diferentes interletrajes, así como algunos símbolos, para que el texto quedara justificado en dos columnas) y luego replicarlos para tener suficientes unidades con las que componer varias páginas a la vez. Se cree que en la Biblia de Gutenberg se compusieron unas 6 páginas simultáneamente, con 15.600 caracteres en total en un momento dado. La aparentemente simple tarea de fabricar los tipos móviles requería en el siglo XV alrededor de un año.
Toda la historia está salpicada de otras anécdotas, como las dificultades de financiación que llevaron a Guntenberg a incorporar un socio (al que luego no pudo pagar, perdiendo así su propia participación, teniendo que entregar la maquinaria y muriendo pobre) o cómo una vez impresas las páginas de texto había que añadir la rubricación en forma de dibujos y ornamentos de color. Con todo esto Guntenberg produjo su primera edición de 180 ejemplares, de los que hay sobrevivido hasta nuestros días unos 49, aunque sólo 21 están completos, así como 4 de las 12 Biblias «de lujo» que se imprimieron en pergamino.
También se menciona que antes de completar la Biblia se dedicó a imprimir una gramática latina (1450), mucho más sencilla, a modo de prueba y para sacarse un dinerillo (ese sería pues el «primer libro impreso» y no la Biblia de Gutenberg). Su invento llegó mucho más lejos: el mundo pasó de 0 a 20 millones de libros impresos en tan sólo 50 años, propagando así la cultura y el conocimiento, primero entre quienes podían pagarlo y posteriormente llegando a todo el mundo. Y también marcó, según algunos autores, el final de la edad media y el comienzo del renacimiento.
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