Por @Alvy — 10 de noviembre de 2017

Mindhunter, de David Fincher (en Netflix) está resultando ser una de las mejores series de la temporada. Lo más interesante es que es una serie que por su ambientación y guión apenas necesitaría efectos visuales.

Situada a finales de los años 70, cuenta las andanzas de dos agentes del FBI que intentan acercar la ciencia a la agencia y a los policías del país a través del análisis psicológico metódico y documentado de los criminales más temibles: los asesinos en serie, denominación que ni siquiera existía por entonces.

Al igual que las obras de Fincher (Seven, El club de la lucha, Zodiac) cada capítulo de Mindhunter está rodado con detalle: escenarios, paisajes, cartelería, interiores, todo parece minuciosamente original y auténtico. Pero nada más lejos de la realidad: Fincher utiliza efectos visuales digitales a mansalva, pero de tal calidad que son completamente invisibles para el espectador. Es lo que en su día ya denominamos efectos especiales diferenciadores, discretos e invisibles.

En el vídeo de Artemple puede verse cómo innumerables escenas están rodadas con croma (fondo verde), en otras se añade vegetación donde no la hay, se colorea la hierba, se añaden nubes… Incluso en interiores se completan oficinas, prisiones y habitaciones con elementos que no existen pero mejoran el resultado. Más que nada porque no se nota.

La cuestión en estos casos parece ser: ¿qué resulta más barato, encontrar la localización perfecta, esperar a la verde primavera, a un día con bonitas nubes o usar un lugar sencillo retocado luego por ordenador? ¿Es mejor gastar el dinero en reemplazar unos carteles publicitarios de la calle con todo el montaje, desmontaje, diseño… O simplemente dibujarlos a posteriori? ¿Esperar media hora a que un avión aterrice en el momento exacto del diálogo de los protagonistas en el aparcamiento del aeropuerto o añadir un modelo 3D? (El de los aviones por cierto es el único efecto que yo noté a la primera al ver la serie).

En el vídeo hay escenas que sorprenden porque no parecen ni siquiera necesarias: un escaparate con televisores que es completamente digital, basura añadida… ¡a un vertedero de basura! (¿no era más fácil tirarla por ahí?) o escena nocturna de una ciudad vista desde un avión – anda que no hay miles. ¿No hubiera sido más barato rodar todo esto de forma convencional? Quizá, pero no habría quedado igual.

Mi favorita es la última que se presenta en el vídeo: un hombre camina por la calle y sube a la acera. El rebaje de la acera para minusválidos está eliminado, porque en los 70 no eran tan comunes como hoy en día. Una pequeña inversión en una modificación digital sobre algo aparentemente nimio, que los ojos no ven pero nuestro cerebro capta. Sin eso, no estaríamos en los 70.

§

Y ya que hablamos de David Fincher no me resisto a compartir este otro análisis de Nerdwriter, en el que partiendo de una escena explica una técnica de cámara que utiliza en todas sus películas y que permite «secuestrar al espectador» haciendo que aumente la credibilidad e inmersión en lo que está viendo. Tan solo con un movimiento – pero muchas veces complejo tras bambalinas, eso sí. Sencillamente genial.

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