La isla mínima (Alberto Rodriguez, 2014). Raúl Arévalo, Javier Gutiérrez
En los primeros años de la transición española dos policías llegan a un pueblo en las marismas del Guadalquivir a investigar la desaparición de dos hermanas adolescentes.
Pero en un ambiente marcado por las protestas sindicales, propietarios de empresas que hacen y deshacen a su antojo, un machismo casi sin límites, trapicheos entre la guardia civil y narcotraficantes, y personas dispuestas a buscarse la vida de cualquier forma, pronto se dan cuenta de que el caso es más complicado de lo que parece, de que va bastante más allá de la desaparición de estas dos chicas, y de que corren contra el reloj para evitar más muertes.
Es un retrato muy logrado de una época y unos usos y costumbres que quizás no haya desaparecido del todo según en qué partes de España.
Por su parte la pareja de policías protagonistas resulta un poco tópica al principio: el joven y prometedor detective que es represaliado por no callarse la boca y el policía veterano que viene de la policía franquista que tiene un pasado que ocultar; a los dos los mandan lejos para que no molesten.
Pero en especial Javier Gutiérrez, que es quien encarna a este segundo policía, lo borda, y en nada te has olvidado de que es el mismo que hace de Sátur en Águila Roja –os que no pilléis esta referencia no sabéis la suerte que tenéis– y estás enganchado a sus historias tanto como a la de la trama de la película, que da algún giro que otro que te despista sobre la identidad del asesino, pero sin hacer trampas de esas que luego te cabrean enormemente.
Mención aparte merece la fotografía de la película, que directamente quita el hipo; es de estas que es un crimen ver en un ordenador o en una televisión si puedes evitarlo.
En definitiva, una película muy recomendable.