¿Que si hacen falta mujeres en el espacio? Bueno, es lo mismo que «¿hacen falta hombres en el espacio?» Si vamos a enviar a un ser humano al espacio, deberíamos enviar al más cualificado. Y en ciertas áreas, las mujeres tienen cosas que ofrecer, en otras lo hacen los hombres. Creo que deberíamos usar ambos.
A principios de los años 60 un grupo de 13 aviadoras estadounidenses consiguió pasar las mismas pruebas que el primer grupo de astronautas de la NASA había superado en la primera fase de su proceso de selección. Pero a diferencia de los Mercury 7 ellas estaban haciendo esto en el marco de una iniciativa privada.
En cuanto algunas de ellas completaron la segunda fase de las pruebas –hay que recordar que lo hacían en su tiempo libre por lo que no todas iban al mismo ritmo– se encontraron con el problema de que para afrontar la tercera y última fase tenían que ir a la Escuela de Medicina de la Aviación Naval, algo a lo que la armada de los Estados Unidos se negó, lo que detuvo todo el proceso.
Llegaron incluso a llevar el asunto al senado, pero allí se encontraron con la negativa de la NASA, de los políticos, de una sociedad machista que no concebía que pudiera haber mujeres astronauta, e incluso con la «traición» de alguna de ellas como Jacqueline Cochran, que testificó en contra del programa, que quedó parado para siempre.
Así que las Mercury 13 nunca pudieron hacer realidad su sueño de salir al espacio y tuvieron que vivirlo a través de Valentina Tereshkova, Svetlana Savitskaya, Sally Ride y las pocas decenas de mujeres que las siguieron.
El documental Mercury 13 de Netflix cuenta su historia en poco más de una hora y verlo debería ser obligatorio para cualquiera interesado en la exploración espacial. Ver las expresiones de las caras de las supervivientes del grupo que aún vuelan cuando están a los mandos de un avión o