La gente de Dolby nos consiguió muy amablemente unas entradas pera ver San Andrés, la última de catástrofes dirigida por Brad Peyton y con Dwayne Johnson «La roca» como protagonista. La falla de San Andrés en California se sacude violentamente, forma enormes grietas y mueve placas continentales y hasta un terremoto de 9,0 es casi una «pequeña sacudida» en comparación con la que se avecina. El trailer prometía, pero por desgracia –como ya es común últimamente– la peli no pasa de ahí. Si ves los dos minutos de YouTube te puedes dar por satisfecho porque poco más hay.
Nos fuimos a verla a una sala iSens por el tema de valorar el sonido, que suele ser importante en este tipo de largometrajes. Si he de decir la verdad tanto el sonido como los cómodos asientos fueron lo único que se salvó de la película. Incluso la imagen (digital, naturalmente) no era gran cosa – lo cual me extrañó porque he visto películas con mucha mayor nitidez y contraste en salas del mismo tipo. Lo achacamos a una mala calibración, porque también los trailers se veían nebulosos y muy «apagados», algo que duró toda la sesión.
El sonido Dolby Atmos en cambio espectacular, con «temblores de terremoto» que te llegaban al alma y te hacían hasta vibrar por dentro, además de dejarte en estado de alucinación con ruidos de piedras y chirridos y gritos en todas direcciones. No todo el mundo puede montarse un equipo de audio como el de los cines, de ahí que para los más audiófilos todavía pueda ser un factor de cara a ir a según qué películas o espectáculos.
En cuanto a la peli, poca cosa: dos o tres buenas secuencias de efectos especiales y megadestrucción, que en cualquier caso como venimos comentando estos días adolecen del «exceso de espectacularidad» y están tan recargados que no son para nada creíbles ni ayudan a lograr la «suspensión de la incredulidad». Por desgracia ni las leyes de la física (gravedad, acción-reacción, resistencia de materiales) se aplican adecuadamente incluso en nimios detalles. Y no es que fuéramos los únicos en notarlo: la sala entera se partía de risa a carcajadas ante algunas de las exageraciones «supuestamente serias» de algunas secuencias. Inaudito.
En cuanto al guión y los personajes: pobres, muy pobres. Baste decir que la historia es simplemente «salvaré a mi hija de grandes peligros recorriendo toda la falla de San Andrés aunque soy piloto y formo parte de los equipos de salvamento que deberían estar activos para salvar cientos de otras vidas». Aquí el combustible de los helicópteros es inagotable, los científicos ni se comportan adecuadamente como tales y cualquier maniobra por difícil y arriesgada que sea es posible si se le echas valor y «amor de madre». ¿Pero qué es esto? ¡Si hasta los divorciados se reconcilian! Lo dicho: ficción de medio pelo.