Por @Alvy — 22 de marzo de 2017

{Voz de abuelo cebolleta} Hubo un tiempo no demasiado remoto (bueno, en realidad en términos informáticos) en los que los ordenadores de tipo PC pensados para los «negocios» incluían en su parte frontal o trasera una llave física para que solo pudiera utilizarlos su legítimo propietario. Esto fue relativamente común entre mediados de los 80 y mediados de los 90 y es algo que desapareció con el tiempo – pero que puede incluso usarse para datar esos dinosaurios. En Lazy Games Reviews han dedicado un miniepisodio a explicar su origen.

El asunto como puede imaginarse tiene que ver con la seguridad –o más bien sensación de seguridad– de unos ordenadores que por aquel entonces no estaban nunca protegidos con contraseñas. Windows apenas existía y conceptos como las «cuentas de usuario» eran todavía poco comunes en los PC, por no decir inexistentes. Cualquiera que pudiera encender el ordenador podría usarlo, de ahí que la mejor opción fuera usar una llave física para protegerlos.

¿Qué hacían exactamente estas llaves? Tal y como se puede ver en el vídeo la mayor parte bloqueaban algún componente: o bien el interruptor de encendido o bien el disco duro, o el teclado. Algunas se usaban para que no se pudiera abrir el ordenador físicamente; algunas variantes incluso actuaban mecánicamente para bloquear el famoso «gran botón rojo» de encendido.

La seguridad, pese a la llave, no era gran cosa: las llaves podían copiarse fácilmente (algunos modelos incluso en las ferreterías) o abrir las cerraduras por otros métodos sin gran problema. Muchas llaves eran demasiado comunes y funcionaban en varios ordenadores. Cuando no, también se podía abrir la tapa del PC (quitando cuatro tornillos) y hacer los puentes necesarios. Por eso la llave no daba seguridad sino que aumentaba la sensación de seguridad. Y los problemas si perdías la llave eran un dolor.

Con el tiempo las BIOS empezaron a incluir una opción para proteger el PC con un PIN; también había software específico. Luego se popularizaron los sistemas operativos que incluían cuentas y contraseñas para distintos usuarios.

Hoy en día los ordenadores y otros dispositivos están protegidos porque todos funcionan con cuentas de acceso; cuentas que son difíciles –cuando no imposible– de vulnerar y cuyos contenidos (en los discos duros o memorias) se pueden cifrar fácilmente, o «autodestruir» a distancia llegado el caso – hasta el punto de que ni un gobierno con grandes medios pueda recuperarlos. De hecho para muchas personas es peor perder tu contraseña de Google que perder el portátil que lleva en la mochila.

La única reminiscencia que todavía queda de aquello es el sempiterno agujero para cables que permite proteger un portátil atándolo a la mesa con una cuerda metálica (Kensington-lock o K-lock, típico en tiendas, salas públicas, aulas, etcétera; aunque a veces un simple cable con candado es suficiente).

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