Por @Alvy — 7 de enero de 2013

Robots (CC) Jaysin Trevino @ Flickr

Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente con el objetivo de crear historias que «alimenten la mente de ideas».

¿Quién no ha oído hablar del Test de Turing? Se planteó hace más de medio siglo como forma de demostrar la inteligencia de las máquinas: si algo habla de forma inteligente, si da respuestas inteligentes y si se comporta en general de manera inteligente, entonces esa máquina debe ser inteligente.

El escenario original que planteó el matemático Alan Turing incluye dos habitaciones separadas, un observador (o juez) y mensajes escritos con una máquina de escribir que van y vienen discretamente con ayuda de alguien. Las preguntas y respuestas pueden ser de todo tipo: se puede repreguntar y el observador debe distinguir si el comportamiento del otro sujeto es genuinamente humano o no.

Hay varios juegos para demostrar lo difícil que resulta acertar en pruebas de este tipo: personas que deben hacerse pasar unas por otras, simular profesiones o habilidades falsas. Con las máquinas es más complicado, pero ha habido ya varias ocasiones en las que «robots de chats» se han hecho pasar por personas con relativo éxito.

Curiosamente, los expertos dicen que hay varias situaciones y sistemas que forman parte de nuestra vida cotidianas en Internet que en cierto modo equivalen al test de Turing. En estas pruebas hay que demostrar la humanidad generalmente porque hay un sistema que quiere evitar los automatismos por diversas razones:

  • La lucha contra el correo basura. Filtrar los millones de mensajes con correo publicitario basura que circulan por Internet no es tarea fácil. Diversos filtros y automatismos buscan patrones en cada mensaje que indique que está siendo enviado masivamente, que su contenido está repetido o que no se trata de un auténtico mensaje de persona-a-persona. Al mismo tiempo deben permitir que las verdaderas personas envíen cualquier tipo de mensaje. Aunque en ocasiones hay falsos positivos, el 99,9 por ciento de las veces funcionan. La prueba en este caso está del lado de los que envían el correo basura: cómo crear un mensaje que parezca «humano» y no sea detectado como un envío automatizado.
  • Los robots del que juegan al póquer. En los casinos de Internet están prohibidos los bots o robots que juegan reemplazando a personas de carne y hueso. Tener a máquinas haciendo cálculos perfectos sobre probabilidades de forma infatigable tendría ciertas implicaciones negativas para los jugadores además de otras de tipo legal, pues se considera que el póquer es «un juego de habilidad». Aunque enseñar a un sistema inteligente a jugar al póquer dista de ser trivial, no lo hacen nada mal. Se puede desarrollar algo que sea mejor que el 95 por ciento de la gente, produciendo cierto margen de beneficios a largo plazo. Para los más «vivos» eso podría ser un gran negocio – siempre que pudieran camuflarlo como un humano que juega al póquer, evitando a los sistemas de detección de bots.
  • Los CAPTCHA. Son las iniciales de Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart («Prueba de Turing pública y automática para diferenciar máquinas y humanos») y son el mejor ejemplo del test de Turing puesto en práctica. Se utiliza para evitar los automatismos que intentan atacar las cuentas de usuario de diversos servicios de forma repetitiva, probando contraseñas al azar o mediante un diccionario; también evitan la creación de nuevas cuentas de forma masiva – por ejemplo en las redes sociales. Supuestamente solo un verdadero humano puede descifrar las enrevesadas letras y números. Últimamente se han vuelto tan complicados que muchas veces hasta los verdaderos humanos tienen que pedir varios códigos hasta que aciertan.

Hasta ahora ningún sistema de inteligencia artificial ha superado oficialmente el test de Turing; al menos no condiciones que satisfagan a todos los expertos – que por otro lado tampoco se ponen muy de acuerdo sobre su verdadero alcance, validez o representatividad. Qué demonios: ni siquiera se ponen de acuerdo sobre lo que significa realmente inteligencia. Mmmm… Tal vez no seamos tan «listos» después de todo.

{Foto: Robots (CC) Jaysin Trevino @ Flickr}

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