Por @Alvy — 21 de febrero de 2022

Este reportaje de Business Insider es una estupenda forma de entender cómo en algunos sitios reciclan la electrónica y las cifras que se mueven. También es un reportaje industrial de esos «gozosos» donde se ve cómo gigantescas máquinas tratan los gadgets y artilugios diversos, aunque la diferencia aquí es que hay mucho trabajo humano porque las máquinas no son capaces de trabajar con suficiente destreza.

En la nave industrial de 20.000 m² de Sims Lifecycle que se ve en las imágenes realiza se todo ese tipo de trabajos: retirada, destrucción de datos, reciclado de equipos útiles, refinado (extracción de componentes útiles) e incluso la posterior reventa.

Las instalaciones se dividen en dos áreas principales: reutilizar (si los equipos pueden ser útiles) y reciclar (extraer, reutilizar los materiales y destruir). Reciben equipos de todas partes, unas 2.500 toneladas al mes, sobre todo de grandes empresas que se deshacen de grandes cantidades de PCs, móviles y otros aparatos electrónicos de forma masiva.

Separar el polvo de la paja, lo que funciona de lo que no, resulta lo más tedioso. Y es un trabajo inherentemente humano. Si un ordenador, una tableta o un móvil de algún modo funciona, se verifica e intenta reutilizar, borrando sus datos concienzudamente y poniéndolo a punto como si fuera nueva: es un equipo resucitado. Si está estropeado, se desmonta y se hace lo mismo con todos sus componentes: memoria, discos duros, pantallas, etcétera. No deja de ser interesante que este otro trabajo también sea muy humano: requiere infinidad de destornilladores y otras herramientas porque los componentes suelen ser sumamente pequeños y delicados.

El resultado final es que la empresa de reciclaje puede producir muchos equipos y componentes reutilizados para su venta, tras clasificarlos, ponerles precio, hacer fotografías y demás. Quizá su nueva vida empiece en eBay.

En la zona de reciclaje es donde acaban los equipos que ya no funcionan: allí gigantescas máquinas clasificadoras y trituradoras –con nombres como Sally, Heidi y Ginger, en honor a sus inventoras y a empleadas de la empresa– separan los diferentes materiales, ya sean plásticos, aluminio u otros. Esta labor es muy delicada también porque hoy en día hay muchos tipos de plásticos y componentes tóxicos (como los de muchas baterías). Además requieren una constante supervisión si hay «atascos», que son imprevistos que pueden parar la producción. Sucede que las máquinas tienen una «inteligencia» limitada; cuentan que una de ellas tuvo problemas porque no distinguía el plástico de color negro, de modo que tuvieron que dotarla de visión infrarroja.

Cuando las tareas del clasificación y reciclaje terminan el resultado son grandes cajas con materias primas diversas, que se reenvían a fabricas de plástico, aluminio y otras industrias. En un escenario como el actual en el que eso materiales escasean y su precio que no deja de subir no es mal negocio, aunque requiera mucho trabajo. (Según han calculado se tiran a los vertederos más de 55.000 millones de dólares en metales preciosos al año.)

En total se sabe que sólo uno de cada seis aparatos electrónicos se recicla hoy en día, un 17 por ciento. Se avanzaría mucho si los fabricantes los diseñaran sin productos tóxicos, piezas demasiado pequeñas o fuera más fácil abrirlos y acceder a los componentes.

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