Estas fotografías no las ha coloreado ninguna persona: son el producto de aplicar un algoritmo de aprendizaje automático mediante redes neuronales que «aprende» cómo suelen ser las fotografías y las colorea del mismo modo.
El algoritmo aplica lo «aprendido» a dos niveles: tanto a nivel de la imagen en blanco y negro en general como sobre pequeños detalles en particular. De este modo algunos fragmentos pueden acabar siendo considerados significativos de cara a aplicar como colores globales, y viceversa. El algoritmo además no depende de la resolución de la imagen que puede ser mayor o menor según las circunstancias.
Como suele hacerse con este tipo de sistemas primero se entrena el algoritmo con un enorme conjunto de datos clasificados por humanos y luego se prueba con imágenes reales distintas – incluyendo algunas que tienen más de un siglo de antigüedad, con llamativos resultados.
El trabajo completo está en la web de la Universidad de Waseda (Japón):