Este artículo se publicó originalmente en Cooking Ideas, un blog de Vodafone donde colaboramos semanalmente.
Imagen (cc) ChelseaWa / Late Bloomer Crafts
La aplicación Traductor de Google permite mantener conversaciones fluidas entre dos o más interlocutores que hablan distintos idiomas, pudiendo hacerlo mientras cada uno se expresa en el suyo.
O al menos es así sobre el papel y de momento siempre y cuando los idiomas implicados sean el inglés y el español.
Pero aunque el Traductor no sea perfecto –su estado de desarrollo se puede considerar muy inicial– su funcionamiento es más que bueno –sorprendentemente bueno, de hecho– y lo es más teniendo en cuenta que hace no tanto tiempo pensar en algo parecido era poco menos que ciencia ficción. Y sin embargo hoy está ahí, disponible libremente en el Android Market.
En teoría –y en un futuro más o menos cercano– con una aplicación como esa instalada en el teléfono móvil se podrá conversar con cualquier otro individuo del planeta aunque cada uno hable únicamente su idioma materno. Al más puro estilo de lo que ofrecía el pequeño pez de babel de la novela Guía del autoestopista galáctico.
Humanidad aumentada
Pero a diferencia de cómo actuaba el pequeño pez amarillo en este caso es la tecnología la que otorga una nueva capacidad que no se tiene de forma natural o que no se ha adquirido mediante el aprendizaje y la práctica. Es la "humanidad aumentada".
Y además la aplicación Traductor de Google, con toda su complejidad, funciona directamente en un teléfono móvil relativamente modesto en lo que a potencia de cálculo se refiere.
Lo anterior es posible porque todo el "trabajo duro" que supone la traducción y conversión de voz dictada a texto y viceversa –que requiere una considerable capacidad de procesamiento de información– en su mayor parte recae sobre potentes servidores remotos a los que el teléfono se conecta a través de Internet para enviar la información en bruto y recibir el resultado ya procesado. Es la "informática en la nube".
El término "humanidad aumentada" lo escuché por primera vez en boca de Eric Schmidt, el hasta ahora CEO de Google, durante su discurso en la clausura de la pasada feria IFA, en Berlín.
Schmidt habló de algunas de las inminentes tecnologías que son excitantes no sólo porque hasta hace no mucho sólo eran ciencia ficción –como la mencionada función del traductor– sino porque son capaces de otorgar nuevas capacidades al ser humano. Y lo hacen en muchos casos a través de dispositivos móviles siempre conectados a Internet como son los teléfonos inteligentes (smartphones) y los tablets como el iPad de Apple.
Si alguna vez has sido capaz de resolver un problema o una duda, terminar una discusión o encontrar un lugar consultando tu teléfono móvil ya has experimentado la humanidad aumentada, la versión 1.0 del Ya sé kung fu de la película Matrix.
El robot en la nube se vuelve más inteligente
De modo que la informática en la nube permite, entre otras cosas, que ordenadores menos capaces formen parte del proceso para completar tareas por encima de sus posibilidades. Es el caso del editor de vídeos de YouTube permite manipular y procesar vídeos en alta definición desde prácticamente cualquier ordenador que tenga un navegador web.
Bajo esa premisa se está desarrollando la idea de "robots en la nube" con acceso a infraestructuras informáticas que suman una enorme capacidad en cuanto a recursos y potencia de cálculo.
Así se simplifica y abarata la informática necesaria a bordo de un robot porque las tareas más complejas como el reconocimiento de objetos y de voz se realizarían en servidores remotos, según explican en Cloud Robotics: Connected to the Cloud, Robots Get Smarter
Imagina que un robot encuentra un objeto que no ha visto nunca antes, como un vaso de plástico. El robot simplemente envía una imagen del vaso y recibe de vuelta la identificación del mismo, un modelo en 3D e instrucciones de cómo utilizarlo.
Esto es algo parecido a lo que ya hace la herramienta Google Goggles, que identifica objetos y ofrece resultados de búsqueda relacionados con él.
Lo anterior permite liberar de una notable y valiosa cantidad de trabajo al ordenador de abordo que puede dedicar más recursos a ejecutar tareas imprescindibles tales como aquellas que implican el propio movimiento del robot. Estas no pueden quedar a merced de la nube porque deben procesarse y ejecutarse en tiempo real, de forma local.
Como muchos usuarios de Internet saben, las aplicaciones que funcionan en la nube pueden no estar disponible en un momento dado, lo que para un robot que confíe demasiadas de sus tareas a servidores remotos supondría quedarse descerebrado.
Los robots tienen además la ventaja de que sí pueden instalar directamente en su "cerebro" los nuevos conocimientos, tal y como sucedía en Matrix. Todos ellos podrían "compartir sus experiencias al relacionarse con el mundo y aprender acerca de nuevos objetos, lugares y comportamientos" en lo que podría ser una suerte de App Store para robots.