En general las impresoras 3D utilizan materiales plásticos que al calentarse se vuelven líquidos de tal forma que pueden inyectarse de forma parecida a cómo se hace con la tinta de impresora convencional, y se vuelve sólidos al enfriarse. Estos termoplásticos no son conductores de la electricidad, de modo que esas impresoras 3D no pueden utilizarse para imprimir, por ejemplo, componentes electrónicos u objetos con circuitos eléctricos.
Precisamente esto último es lo que sí puede hacer la impresora 3D desarrollada por ingenieros de la Universidad Pública de Carolina del Norte: es capaz de imprimir metal líqudido a temperatura ambiente cuya capa exterior se solidifica en contacto con el aire, posibilitando la impresión de circuitos electrónicos, figuras metálicas e hilos conductores de la electricidad.
El metal es una aleación de galio y se mantiene como metal líquido en el interior, aunque el recubrimiento exterior solidificado es lo suficientemente sólido como para mantener la forma o estructura impresa. Se puede utilizar en combinación con la impresión plástica convencional.
Al parecer la comparación de esta aleación con el T-1000 de Terminator 2 es inevitable incluso para New Scientist: «a diferencia de otros metales que se mantienen líquidos a temperatura ambiente, como el mercurio, esta aleación no es tóxica y puede utilizarse de forma comercial, aunque tampoco es barato: cuesta unas cien veces más que los plásticos y resinas utilizados en impresoras 3D». Estos termoplásticos cuestan unos 50 dólares por kilo.