El llamado Wi-Fi pasivo es una forma de hacer que el 802.11b tradicional, el estándar wifi que tenemos en todos los routers y dispositivos móviles, funcione con la propia energía electromagnética de las transmisiones en vez de con energía propia. Esto quiere decir que un chip FPGA especialmente diseñado para estas transmisiones puede consumir entre 3 y 4 veces órdenes de magnitud menos que lo que se usa hoy en día, entre 10 y 50 µW.
Sobre esta tecnología, desarrollada en la Universidad de Washington, puede leerse el trabajo completo aquí:
En esencia se utilizan las mismas ondas wifi con las que se envían desde los routers a los dispositivos, que las «reflejan» casi como un espejo, añadiéndole la información propia de la comunicación bidireccional, en vez de generar y emitir una nueva señal que requeriría más energía.
Comparativamente este consumo es unas 10 000 veces menor de lo que requieren hoy en día tecnologías similares como el Bluetooth LE o el ZigBee, ampliamente utilizadas en redes mesh.