Este llamativo y artístico colgante es una simulación de fluido en tiempo real según va oscilando al estar colgado del cuello de su propietario. Es una curiosa combinación de tecnología y diseño, convertida en un complemento chapado en oro capaz de epatar a cualquiera.
Su creador, Mitxela, tiene una página dedicada a explicar con todo lujo de detalles cómo fue su concepción y fabricación. El resultado es un colgante recargable, con luces LED verdes muy llamativas.
El hardware incluye un microcontrolador STM32L432KC a 100 MHz, un acelerómetro y un controlador de carga MCP73832, entre otros detalles. Está todo montado sobre una placa PCB de cuatro capas de 0,8 mm y luego encapsulado en cobre y recubierto de un cristal de reloj. El software comprueba la «horizontalidad» y movimientos del pequeño gadget y simula el movimiento del fluido virtual como si fuera real.
El chisme es precioso, pero requiere de muchos trucos en cuanto al diseño de la placa, el ensamblaje y las diminutas soldaduras que son necesarias para que todo funcione. Aunque su creador ha ido mejorando el diseño en sucesivas iteraciones el proceso es lento y artesanal.
Es precisamente ese proceso el que aparente ser una de esas actividades que dan gustirrinín, casi como para comprar componentes y herramientas y ponerse al lío, probablemente por lo metódico y tranquilo que parece ser todo el montaje. Aparte de algunos colgantes que puso a la venta no parece fácil producirlo a gran escala.
¿Si tuvieras que almacenar algo para que durara 100 años, cómo la harías? Esta es la pregunta con la que arranca un artículo titulado Almacenamiento para un siglo. Es algo de lo que hemos hablado más de una vez porque es un problema recurrente: encontrar medios o soluciones ingeniosas para que los datos perduren con el paso de los años (o de los siglos).
El artículo, escrito por Maxwell Neely-Cohen para la Harvard Law School, recorre diversos métodos de almacenamiento desde los años 50, cuando se creó el primer disco duro, que formaba parte del sistema IBM 305 RAMAC, con platos de aluminio de 24 pulgadas y una capacidad de apenas 3,75 MB. Aunque primitivo, permitía acceder de forma casi instantánea a todos los datos almacenados. Hoy en día ese sistema está obsoleto, naturalmente, que es uno de los problemas conocidos de todas estas tecnologías. Harían falta válvulas de vacío y un microscopio magnético especial para poder siquiera «ver» los datos almacenados.
Además de eso, los discos duros mecánicos tienen partes móviles que fallan con el tiempo. Y los SSDs, más modernos, aunque son más rápidos y resistentes incluso a golpes, pierden la información si no se alimentan regularmente. Las alternativas como usar cristales, ADN y otros materiales todavía no son viables o comercialmente populares.
Podemos alejarnos de las soluciones individuales y pensar en la nube: si confiamos en grandes empresas como Amazon, Google o Microsoft para almacenar los datos la seguridad estaría «garantizada» y puede que esa obsolescencia nunca llegue.
Pero un primer problema de esta idea sería que habría que pagar por mantener los datos. Esto podría solucionarse por ejemplo pagando una cantidad inicial que se invirtiera en fondos de bajo riesgo con cuyos dividendos se pagara el mantenimiento, algo parecido a lo que hacen los que están criogenizados para mantener sus «cápsulas-congeladoras» funcionando. ¿Qué podría salir mal?
Un segundo problema sería que depender de empresas privadas a tan largo plazo –100 años– es también un riesgo: muchas compañías desaparecen en menos de 50 años y hay adquisiciones corporativas y ventas, por no hablar de situaciones como enfrentamientos entre países y guerras. Piensa en qué compañía habrías confiado en 1925, hacer ahora justo un siglo, y todo lo que ha sucedido desde entonces, guerra mundial y bombas atómicas incluidas.
Otros medios como los CDs, DVDs y cintas magnéticas son opciones interesantes para el «almacenamiento en frío», pero también presentan problemas de deterioro y obsolescencia, tanto del hardware como del software con que hay que leerlo. Por no hablar de ideas como el papel impreso y la piedra, que durante el paso de la Historia han demostrado ser duraderos… pero no siempre. Inscribir datos en piedra o papel es costoso y poco práctico cuando se trata de una gran cantidad de información.
La recomendación de los expertos suele ser la regla 3-2-1:
3 copias de cada archivo.
En 2 medios de almacenamiento distintos.
Con 1 copia lejos de la ubicación principal.
La verdadera clave es sin duda el mantenimiento, renovando los formatos periódicamente, manteniendo el software y hardware compatibles y descentralizando la información para evitar la pérdida total en caso de desastre. Sólo así puedes tener ciertas garantías de que esos datos duren más de 100 años: confiando en instituciones o personas que tanto ahora como cuando tú no estés se dediquen al mantenimiento de esos datos, estén donde estén.
El avión siniestrado en una foto tomada por uno de los pasajeros que iban a bordo
No sé sabe todavía qué ha pasado ni cómo ha sucedido pero un avión de Delta ha terminado boca arriba y sin alas tras sufrir un accidente al aterrizar en Toronto. El empenaje –los timones de dirección y profundidad– también se ha desprendido del resto del avión. Aunque parte del ala izquierda aún sigue unida al fuselaje, lo que probablemente ha sido providencial para evitar que siguiera dando vueltas y, sobre todo, para que no se partiera.
Otra toma del avión en la que se puede ver la parte del plano izquierdo que aún permanece unida al fuselaje – YYZBrennan, CC BY-SA 4.0
Afortunadamente –y de forma un poco increíble, la verdad sea dicha– las 80 personas que iba a bordo han sobrevivido al accidente. Aunque dieciocho han resultado heridas, tres de ellas de gravedad. Pero esto demuestra lo seguros que son los aviones y, además, lo bien que han funcionado los procedimientos de evacuación en este caso.
Se trataba del vuelo Delta Connection 4819 entre Minneapolis y Toronto. Lo operaba el CRJ-900 de Endeavor Air con matrícula N932XJ. Había sido entregado el 24 de septiembre de 2009.
El avión siniestrado en mejores tiempos – Andy, CC BY 2.0
Como siempre, habrá que esperar al análisis de las cajas negras y demás datos antes de poder conocer la causa del accidente. Aunque en un plazo máximo de 30 días debería estar listo el informe preliminar que recoja los hechos conocidos.
Pero por mucho que sea muy fácil e incluso apetecible responsabilizar de esto al departamento DOGE de la nueva administración Trump que dirige Elon Musk simplemente no ha habido tiempo de que los cambios que quieren implementar en la FAA (Administración Federal de Aviación) hayan tenido efecto. De hecho hace años que la FAA estaba falta de personal.
Por no hablar de que Toronto –al menos por ahora– no forma parte de los Estados Unidos. Pero eso es (o seerá) otra guerra.
Llevábamos un tiempo sin novedades de Alice, el avión de línea regional eléctrico que hizo su primer vuelo en septiembre de 2022. Pero las noticias que llegan ahora es que Eviation Aircraft, su fabricante, acaba de despedir a casi todo su personal.
Esto implica dejar de lado cualquier avance en el avión mientras la empresa intenta sobrevivir bajo mínimos en busca de otras oportunidades. Pero en realidad tiene toda la pinta de que se acabó.
Y demuestra una vez más que hay un abismo entre un concepto interesante –e incluso entre un prototipo aparentemente funcional– y la realidad de lo que la tecnología permite y de lo que el mercado está dispuesto a admitir.