Por @Wicho

Portada de la novela en español en la que aparte del título se ve un violín dorado que tiene mucha importancia en la trama sobre un cielo nocturnoEmpire Star. Por Samuel R. Delany. Gateway (12 de noviembre de 2012). 75 páginas.

Unos 4.000 años en el futuro la humanidad se ha expandido por la galaxia. Comet Jo, con dieciocho años recién cumplidos, vive en una luna que orbita un planeta gaseoso que a su vez orbita Tau Ceti. La preocupación de las personas que habitan esa luna es la producción de plyasil, una materia prima usada en todas partes pero que tampoco es que sea imprescindible. Aunque Jo siempre ha mirado un poco más allá; siempre se ha sentido atraído por las estrellas. De ahí lo de Comet Jo.

Con toda probabilidad su vida habría estado dedicada a la extracción de plyasil de no ser que un día se encuentra con los restos de una nave que acaba de estrellarse y con los dos tripulantes que han sobrevivido al accidente, aunque uno muere pronto. Pero no si antes pedirle que lleve un importante mensaje a la Estrella del imperio, la Empire Star del título.

Este relato cuenta la historia de este viaje y de cómo Jo va descubriendo su lugar en el universo y cuál es el mensaje que ha de llevar. Y si bien al principio pasan cosas que parece que no tienen mucho sentido eso es porque en realidad la trama del libro es mucho más multiplex de lo que parece a simplex vista, algo que, sin querer hacer espoileres, va quedando cada vez más claro según avanzas.

A mí me gustó. Pero tengo claro que esa trama es de aquellas que también puedes odiar fácilmente. Aunque también juega a su favor que es corta.

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Por @Alvy

Calculadora de Android

Está circulando mucho esta historia de Chad Nauseam que se publicó originalmente como hilo de Twitter titulada ¿Una app de una calculadora? Cualquiera puede hacer eso. Es un relato sumamente entretenido acerca de cómo Google encargó el desarrollo de la Calculadora original de Android a Hans-J. Boehm, un ingeniero que se obsesionó con el tema y con crear la calculadora perfecta.

El problema a resolver es que incluso crear una sencilla calculadora que funcione bien, bien y se vea de forma perfecta (y no muestre algo como 0,000000) no es tan fácil como parece. La conversión entre binario (coma flotante) y decimal complica las cosas y luego ciertos números, ya sea por grandes, pequeños o precisos, aún más.

Y es que no todo es como repartir la cuenta del restaurante entre un pequeño número de comensales. Expresiones como (10^100) + 1 − (10^100) deberían dar 1, no 0 como muestran algunas calculadoras. La cosa se complica cuando aparecen fracciones y números irracionales o transcendentales.

Boehm comenzó empleando bignums (números enteros sin límite de tamaño), luego pasó a fracciones de precisión arbitraria y después a números algebraicos, capaces de representar raíces cuadradas. Pero eso dejaba fuera a números transcendentales como π.

El caso es que poco a poco acabó construyendo un motor de evaluación aritmética y usando una representación híbrida: números expresados como el producto de un número racional por un número real, usando la llamada aritmética real recursiva (RRA) solo cuando era necesario. Para optimizar la velocidad añadieron una representación simbólica para valores como π, e y similares, dado que la complejidad de esos cálculos hacían la app demasiado lenta.

Esta historia está repleta de detalles matemáticos y técnicas aplicadas al desarrollo de software, en una especie de madriguera de conejo por la que se va profundizando cada vez más y más y que no parece tener fin. Aunque lo tuvo. El resultado es la calculadora actual, que puede dar respuestas exactas y «visualmente agradables» para los usuarios y al mismo tiempo aproximadas cuando no hay alternativas.

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Por @Alvy

Cruce de cables 24 (15 de febrero de 2025)

Un robot en la cocinaLey de inteligencia artificial [~22:00] – En este Cruce de Cables hablamos de la Ley de IA del Parlamento Europeo, un reglamento que se aprobó en 2024 y que ya en 2025 está en marcha hasta que se complete su despliegue en 2027. Entre otras cosas busca asegurar que los sistemas de IA respeten los derechos fundamentales, la seguridad y los principios éticos:

  • ¿Qué implica para las empresas el enfoque de riesgo de la Ley de IA de la UE? ¿Qué medidas específicas se han implementado para proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos? Básicamente tendrán que vigilar cómo la usan y qué datos recaban, calificando los riesgos: inaceptable, alto, limitado, mínimo…
  • ¿Cuáles son los ejemplos de prácticas de IA que la nueva ley prohíbe explícitamente? Cámaras de reconocimiento facial masivas, datos biométricos como escáneres del iris, manipulación subliminal, sistemas que pueden usar datos sensibles (origen étnico, creencias religiosas etc) para discriminar o dar trato injusto.
  • ¿Cómo se espera que la Ley de IA afecte la innovación en el sector tecnológico dentro de la UE? En este punto hay un gran debate sobre si esta ley es demasiado protectora y frenará la innovación (ej. complejidad de cumplimiento, explicabilidad) o hará Europa más segura, con mejores prácticas y generará mayor confianza. Quienes dicen que es demasiado protectora bromean con que mientras mientras otros países desarrollan IAs superpotentes como ChatGPT, Deepseek y demás aquí la mayor innovación reciente han sido «los tapones de las botellas de plástico». Una afirmación un tanto injusta porque se están haciendo desarrollos, aunque habrá que ver si esas mejores prácticas sirven de algo a largo plazo.
  • ¿Cuáles son los plazos para la implementación completa de todas las disposiciones de esta regulación? Desde que arrancó en 2024 está en marcha de más riesgo a menos riesgo. En agosto de 2025 entrarán en vigor las normas relacionadas con modelos de IA de uso general, confidencialidad y las sanciones. En 2026 lo harán las aplicables a aplicaciones específicas e incluyen el ID biométrico, categorización de personas, operación de infraestructuras críticas, acceso a servicios públicos esenciales… Y finalmente en 2027 las del uso como "componentes de seguridad". Luego la Ley de IA se irá actualizando.

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Por @Alvy

Por qué los intermitentes hacen ese ruidito tan característico

Este artículo se publicó originalmente en Tecvolución, el blog de Volvo en el que colaboramos desde hace una década, dedicado a las tendencias tecnológicas aplicadas al futuro de los coches, la sostenibilidad, la innovación y el ocio digital.

Tic. Tac. Tic. Tac. El sonido de los intermitentes es tan familiar como confortable. Nos permite saber si están activados o no, señal auditiva de que nos preparamos para hacer una maniobra, pero… ¿No resulta un tanto extraño? El aviso sonoro es para el propio conductor, no para el resto de vehículos. Y, excepto el claxon, ningún otro control del coche tiene este tipo de «respuesta sonora»: resultaría un poco raro si al girar el volante se oyera una melodía o sonaran notas al cambiar de marchas (excepto, hoy en día, la marcha atrás, que es la excepción que confirma un poco la regla).

¿Por qué suenan los intermitentes? La respuesta es sencilla: en los antiguos tiempos sonaban debido a las piezas que los hacían funcionar. Hoy en día, en el que todos los indicadores se controlan electrónicamente, no sería necesario ese sonido, pero por costumbre y familiaridad todos los coches incorporan también el sonido – a veces simulado mecánicamente, a veces incluso digitalizado a través de los altavoces del coche.

Tal y como cuentan en Jalopnik los componentes electrónicos que se usaban antiguamente eran relés mecánicos, que activados por electroimanes inducían el contacto para dejar pasar la corriente moviendo unos pequeños interruptores. De ahí el famoso tic, tac, tic tac. La temporización correcta la llevaba un dispositivo térmico que se expandía y contraía. Que por cierto según la normativa tiene que estar entre 60 y 120 pulsaciones por minuto.

Los interruptores se empezaron a usar hacia 1920, pero hasta 1950 no fueron obligatorios, aunque sus ventajas para la prevención de accidentes hoy nos resulten obvias. Originalmente tenían forma de flecha. Hoy en día por suerte resultan un poco más estéticos y discretos.

Hay quien tiene la mala costumbre de no usar los intermitentes, como si hacerlos parpadear fuera a desgastarlos o algo así. Por si a alguien le sirve el dato, hay quien calculó cuánto cuesta usar los intermitentes teniendo en cuenta la frecuencia normal de uso, el coste de la gasolina y la eficiencia del alternador. El dato: 20 céntimos de euros al año. Así que mala excusa es esa.

Más caro que esos 20 céntimos resultarían sin duda las multas por no utilizar los intermitentes. Hay quien cree que no se puede recibir una multa por un concepto que es «opcional», pero es que de opcional no tiene nada: por un lado es obligatorio señalizar las maniobras con señales ópticas (sea con los intermitentes o «a mano»); por otro no señalizar con suficiente antelación también puede ser motivo de multa. Así que a si a todas estas razones sumamos que es un método excelente para evitar accidentes mejor hacer sonar ese tic, tac, tic, tac activando el intermitente tan pronto sea razonablemente posible.

{Foto (CC) Philip Ray @ Flickr.}

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